La publicación del nuevo anteproyecto de
la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa ha hecho saltar
las tensiones en todos los eslabones de la Comunidad Educativa. El
horror ante este anteproyecto de Ley salpica por igual a estudiantes,
profesores y familias trabajadores que visualizan esta ley como un
“retroceso” en las conquistas de la clase obrera en este ámbito. De
manera espontanea se genera un unísono recelo de rechazo a esta ley así
como a las diferentes medidas antiobreras y antipopulares que los
diferentes gobiernos al servicio del capital llevan aplicando en la
búsqueda de frenar la caída de su tasa de ganancia.
Sin embargo, ¿qué necesidad tiene la
oligarquía para reestructurar el sistema educativa mediante leyes como
esta?, ¿por qué el ejecutivo se envalentona en lanzar una medida tan
agresiva al conjunta de la clase obrera y el pueblo ante la posible
oleada de protestas que puedan surgir de la misma aplicación?, ¿qué
cambios significan esta ley en el sistema educativo y por qué se
profundiza en esa dirección?
. Y, lo más importante de todo, ¿qué camino debe seguir la lucha obrera y
popular para obtener victorias y que estas sean permanentes en el
tiempo?, ¿dónde se encuentra la “fórmula mágica” del éxito de estas
luchas?
La oligarquía necesita y puede reestructurar su sistema educativo
Los cambios acontecidos en la estructura
productiva de la Unión Europea en general y España en particular
durante los últimos años requieren de una transformación del sistema
educativo que permita adaptar la formación de los trabajadores del
mañana a las nuevas condiciones de organización técnica y social que el
capitalismo requiere en este nuevo periodo. Muchas cosas han cambiado
respecto al pasado aunque el esqueleto de la explotación capitalista
siga siendo el mismo. El desarrollo de las fuerzas productivas a finales
de los años 90 y principios del Siglo XXI junto con el retroceso
paulatino de las luchas obreras y populares -como consecuencia de la
contrarrevolución en el campo socialista y la degeneración de los
partidos oportunistas- ha permitido que se den una combinación de
elementos objetivos (necesarios para el capital) y subjetivos (que
alteran la correlación de fuerzas entre la clase explotadora y la clase
explotada) que se han traducido en que la oligarquía puede y necesita
llevar acabo estas medidas.
Así pues el antiguo modelo de extensión
de la enseñanza superior (particularmente la universitaria) a más capas
de la sociedad, consecuencia directa -entre otras causas- de las luchas
encadenadas y victoriosas de la clase obrera durante el siglo anterior,
empieza a convertirse en un lastre para la oligarquía, que ve en el
mismo una condensación demasiado elevada de formación y “prestigio”
vinculada al título universitario para sus necesidades productivas más
inmediatas, así como un elevado coste de dinero público de su Estado.
Este hecho genera una cualificación formalmente superior a las
capacidades del sistema productivo para absorber fuerza de trabajo y se
traduce en un malestar social al impregnar la sensación social de estar
trabajando por “debajo de la cualificación obtenida” tanto en la rama
profesional como en su correspondiente remuneración.
Esta reestructuración lleva siguiendo
una dirección bastante nítida de las políticas de la oligarquía desde
hace muchos años. Las directrices europeas han sido la muestra más
claras de esta dirección por parte de la oligarquía y la muestra más
evidente se ha plasmado en las diferentes reformas educativas a lo largo
de los últimos años (LOE, LOGSE, LOU....). Esta ley no representa un
“punto de inflexión” que marque un nuevo rumbo, sino una profundización
que, sin embargo, se desarrolla a un ritmo más acelerado debido a la
profunda crisis estructural del capitalismo.
Esta ley no es un “retorno al
franquismo” ni la evidencia de un “nuevo rumbo” “neoliberal” que haya
transformado sustancialmente el modo de producción. Es una muestra más
de la aplicación del plan estratégico en materia de educación de la
oligarquía ante sus necesidades productivas, en este caso de manera más
agudizada debido a la necesidad imperiosa de frenar la caída de la
ganancia durante la crisis mediante la explotación de la educación como
un nuevo mercado. Es también una muestra evidente de las prisas de la
oligarquía de aplicar su plan no sólo por la necesidad que tienen del
mismo, sino por la posibilidad de hacerlo ante un movimiento obrero y
popular debilitado en lo organizativo y lo ideológico, aun incapaz de
articular respuestas contundentes ante las diferentes agresiones al
conjunto de la clase obrera y las capas populares.
Segregar a los jóvenes estudiantes es preparar el terreno para abaratar la fuerza de trabajo
La LOMCE profundiza en la segregación
mediante diferentes medidas tales como la creación de una Formación
Profesional Básica que podrá cursarse como alternativa a la ESO (y que
se incluye como una modalidad acogida a la enseñanza obligatoria), la
existencia de diferentes reválidas -algunas necesarias para pasar de
curso-, la existencia de “dos tipos de enseñanzas secundarias” una
definida como académica y otra como de “enseñanzas aplicadas” (ambas con
sus respectivas pruebas y sus títulos diferenciados en función de la
prueba superada a finales de la ESO). A todo esto hay que sumar otras
medidas como la existencia de un “Programa de Mejora del Aprendizaje y
Rendimiento” que se crea con el pretexto de desarrollar un nivel de
apoyo de los estudiantes más atrasados pero que devuelve en el cuarto de
la ESO al alumno al nivel original para enfrentarse ya no sólo al
curso, sino a la reválida final.
Así pues, con las diferentes reválidas
se dificulta el acceso del estudiante a niveles de formación superior,
bien mediante la necesidad de obtener estas pruebas para optar por una u
otra vía (dos tipos de pruebas para los dos tipos de enseñanzas en la
ESO) así como por la constante orientación que estas pruebas marcan para
desarrollar la actividad académica. La alternativa a la ESO mediante la
FP básica busca condensar a un grueso del alumnado con dificultades
enviándolos a una formación especializada, a su inmersión en el mercado
laboral y, a lo sumo, a su preparación para continuar por la vía de la
Formación Profesional.
Por otro lado el “Programa de Mejora del
Aprendizaje y Rendimiento”, lejos de intentar igualar el nivel del
estudiantado al alza lo hace a la baja, creando un nuevo subnivel
educativo en el que se rebaja el contenido y se masifica a los alumnos
con mayores dificultades con el objetivo de lanzarlos en Cuarto de la
ESO a un reto que muchas veces los expulsará hacia la FP básica o les
hará rehuir si superan las pruebas de continuar con el Bachillerato.
Todas estas medidas se combinan con los
recortes en educación para entender que los programas de especialización
de la enseñanza responden a un intento de compensar a la baja la
cualificación y no de equiparar niveles al alza. Es un absurdo plantear
una vía para la compensación de aptitudes y niveles formativos con aulas
masificadas, despidos de profesores y material escolar en mal estado.
La respuesta ante las dificultades para asimilar conocimientos y la
búsqueda de la especialización en tal o cual materia sólo puede
responder en beneficio de la clase trabajadora combinando el
conocimiento general básico y profundo de la mayoría de materias con la
atención especializada por alumno. Estas dos garantías no puede
ofrecerlas el proyecto educativo de la Oligarquía que pone todo el
sistema de enseñanza al servicio de la búsqueda de la ganancia y no del
desarrollo integral de cada persona en base a sus aptitudes,
potencialidades y lo que pueda aportar al conjunto de la sociedad.
Por otro lado se crean centros de
diferentes niveles debido al desarrollo de programas educativos
diferenciados aunque inmersos en esta lógica general. En este proceso
los diferentes centros educativos compiten entre sí para obtener
diferentes subvenciones y ayudas a programas educativos “innovadores”,
estableciendo diferentes criterios como los éxitos académicos. Esto
sigue la línea de convertir a los centros que absorban a las hijas e
hijos de la clase obrera en grandes barriadas para preparar a los
futuros parados y trabajadores infracualificados -el gran ejército
industrial de reserva, en palabras de Marx- con el que rebajar los
salarios de toda una generación. Por otro lado, la segregación prima
aquellos centros de estudio en los que la extracción sea de clase
burguesa, pequeño-burguesa o de determinadas capas privilegiadas o mejor
remuneradas de la clase obrera para desarrollar una atención más
especializada.
Este proceso no puede desconectarse de
la existencia de los centros concertados y los privados, los cuales
ocupan un papel cada vez más preponderante en absorber el mercado de una
educación que prepare para una mejor cualificación ante la evidente
degradación de los centros educativos públicos. Así pues, este proceso
comienza con los propios centros públicos alcanzando su culmen en lo
relacionado con los centros de titularidad privada o bajo el estatus de
“concertados”.
La segregación de la educación responde a
los intereses de orientar diferentes niveles educativos y arrastrar a
mayores capas de la clase obrera a niveles de cualificación inferior
blindando las enseñanzas superiores (particularmente la universitaria)
para las hijas e hijos de las clases burguesa, pequeño burguesa y
algunas capas privilegiadas o afortunadas de la clase obrera. La
segregación es pues el reverso de la elitización de la educación
superior, la manera de alejar mediante las formas y procedimientos a las
hijas e hijos de la clase obrera de las enseñanzas superiores con el
objetivo de arrastrarlos hacia otro tipo de formaciones que les orienten
y preparen directamente para vender su fuerza de trabajo en una
estructura productiva muy determinada y a un precio cada vez más bajo.
La “mano dura” del Estado burgués
No podemos dejar de observar cómo en
esta reforma educativa se profundiza en el control por parte del Estado
de diferentes resortes del desarrollo de la vida de los centros de
estudio. Las manifestaciones más sonoras de este proceso son la elección
del director por parte de la propia administración y la consecuente
libertad del mismo para poder incidir sobre la política de contratación
en determinadas áreas así como el control directo por parte de la
administración central de los contenidos educativos de las diferentes
pruebas de “reválidas” que sirven para orientar o validar el desarrollo
de una u otra opción educativa por parte del estudiantado.
Esta proceso que centraliza de manera
más firme y rígida los contenidos y los procedimientos de elección de la
dirección de los centros tienen el objetivo de someter cada episodio de
la vida educativa a estos niveles a un estricto control por parte de la
“junta de intereses comunes de toda la burguesía” que es el Estado.
Esta firmeza responde a un interés de que estas transformaciones no se
queden muchas veces en un simple “cambio formal” sino en un proceso de
transformación real que pueda ser supervisado y dirigido por la propia
administración. Esta centralización es una dura medida coactiva de
manera preventiva sobre profesores, estudiantes y el resto de la
comunidad educativa, un aviso que subyace que habrá una férrea
vigilancia de que estas medidas se ponen en práctica para hacer efectiva
esta transformación. Además no sólo por la vigilancia estrecha por
parte de la dirección de los centros sino, además, por los controles de
las pruebas de contenidos que obligan al profesorado a ceñir
estrictamente el contenido de las materias a la resolución exitosa de
las mismas.
Estas medidas generan un gran recelo y
resignación por parte de la comunidad educativa, sin embargo no debemos
caer en el error de luchar “a la defensiva”. Ante el golpe sobre la mesa
del Estado central y el recorte de las formalidades democráticas en los
centros no debemos agarrarnos a la nostalgia de los anteriores
procedimientos que, aunque dejaban mayores espacios de participación, no
dejaban de ser revestimientos de una educación al servicio del capital.
Nuestra respuesta no puede ser la restitución del modelo de
“participación anterior” sino la exigencia de un nuevo modelo de
participación de la comunidad educativa que parta realmente desde la
base, representando a todos los sectores y expulsando a empresas y
bancos de cualquier interferencia a la hora de marcar las prioridades de
los contenidos y políticas educativas.
Con las pruebas académicas ocurre algo
parecido, no podemos simplemente pedir “autonomía para los centros” y
contentarnos con esa libertad mayor o menor que se desarrollaba por la
anterior falta de vigilancia de la administración central, debemos
exigir autonomía de trabajadores y estudiantes para regir su propia
política educativa pero la firmeza para que la voluntad de la clase
obrera y los sectores populares se haga efectiva de manera firme y en
todos los centros educativos.
La denuncia de estas supresiones de la
autonomía y participación de la comunidad educativa debe venir
acompañada de una propuesta política de superación de esta tendencia, de
esta estrategia educativa al servicio de la oligarquía que se
encuentra, como hemos analizado, intrínsecamente enraizada en el propio
capitalismo. Necesitamos un programa por la educación socialista, una
alternativa que nos permita transformar la resistencia contra la LOMCE y
las sucesivas reformas que vengan en una lucha por una educación al
servicio de la clase obrera y el pueblo.
La espiral derrotista de la lucha defensiva y la alternativa programática de la educación socialista
El movimiento estudiantil y la comunidad
educativa sigue aun ensimismado en la espontaneidad. Su muestra más
clara es la respuesta negativa ante todas las medidas pero la
incapacidad de plantear una alternativa superadora que no caiga en
mantener el modelo anterior o en rebajar el contenido del problema. El
movimiento obrero y popular actúa aun de manera defensiva intentando
conservar lo que, mediante una dinámica ofensiva, conquistaron años
atrás las luchas encadenadas de la clase obrera y los sectores populares
en nuestro país. Estudiantes, profesores, trabajadores no docentes y
familias saben que esta ley -así como las diferentes medidas- son
negativas para sus intereses y para la mayoría pero no saben realmente
qué proponer. Las luchas obreras y populares guiadas por esta tendencia
podrán obtener tal vez victorias parciales, sin embargo sin una
dirección ofensiva clara no serán capaz de transformar jamás esa lucha
en una conquista de derechos sino, a lo sumo, en un retraso en la
supresión de los mismos.
Las luchas defensivas generan una
espiral derrotista en la que se intenta, generalmente en nombre del
“realismo”, asegurar lo que uno cree que puede salvar de las agresiones
por parte de un enemigo que es más fuerte y está mejor organizado. Las
luchas defensivas si no aspiran a transformar la defensa en un
contraataque acaban convirtiéndose en un juego de concesiones a la baja
dónde el movimiento obrero y popular termina cediendo paulatinamente en
beneficio de un “mal menor” y desgastando fuerzas y capacidades
debilitando la moral de trabajadores y estudiantes que ven que tienen
que retirar posiciones cada vez que enfrentan una batalla.
Desde los Colectivos de Jóvenes
Comunistas afirmamos que el movimiento estudiantil y de la comunidad
educativa necesita dotarse de un programa estratégico que responde a la
pregunta sobre qué tipo de educación se quiere. Este programa tiene que
reflejar los intereses objetivos de la clase obrera haciendo para sí la
educación, poniéndola a su servicio, al servicio del desarrollo integral
de cada uno de los miembros de la sociedad, al servicio de la mayoría y
el progreso social. Es necesario que el movimiento asuma propuestas
programáticas de una educación socialista para que, en la lucha por
ellas, pueda transformar las luchas contra tal o cual medida en el
avance hacia el objetivo programático establecido. En un periodo
histórico dónde entre el Capitalismo y el Socialismo no hay fases
intermedias entendemos que no puede haberlo entre la educación al
servicio de la oligarquía y la educación al servicio de la clase obrera y
el pueblo. Nuestros objetivos solo pueden orientarse en conquistar la
educación para la clase de los explotados, no en gestionarla de manera
más “humana” en beneficio de los explotadores.
En la actual circunstancia nuestra
apuesta clara: Ante los recortes y reformas de la Oligarquía sólo hay
una respuesta: ¡Luchemos por una nueva educación al servicio de la clase
obrera y el pueblo!, ¡luchemos por una educación socialista!
En cada centro de estudios: ¡Frente Obrero y Popular por el Socialismo!
Nuestra apuesta programática va de mano
de una apuesta para la lucha. La lucha por frenar las medidas de la
oligarquía y avanzar hacia una nueva educación no pueden venir de mano
del consenso o el pacto social. Sólo la organización desde la base de
trabajadores y estudiantes puede crear las estructuras que nos permitan
canalizar una movilización sostenida en el tiempo por la conquista del
poder obrero y popular. Sólo el desarrollo del Frente Obrero y Popular
por el Socialismo en los centros de estudio nos permitirá orientar estas
luchas en la dirección ofensiva que permita rehuir al derrotismo.
Así nuestra apuesta organizativa pasa en
constituir desde las bases los fundamentos de un sindicato estudiantil
de tipo estatal que nos permita cohesionar el movimiento estudiantil en
todo el Estado y relacionarlo de manera unitaria con el movimiento
obrero para el que proponemos su organización desde la base alrededor de
los “Comités para la Unidad Obrera” (CUO) de la que forme parte todos
los sectores de la clase obrera, estén en uno u otro sindicato, se
encuentren o no sindicados. Solamente la organización constituida desde
la base permitirá ligar a trabajadores y estudiantes a las luchas por la
conquista de sus intereses objetivos como clase. Solamente desde cada
centro de estudio podremos crear la fuerza suficiente para organizar la
resistencia y transformar la fuerza que nutre de la espontaneidad del
rechazo a su clase en organización consciente que arrastre al conjunto
de los trabajadores y el estudiantado a la gran lucha por la toma del
poder político y la construcción del socialismo-comunismo.
Nuestra apuesta es clara. En todo centro de estudio: ¡Frente Obrero y Popular por el Socialismo!