miércoles, 16 de enero de 2013

En cada centro de estudios: ¡Transformar la lucha contra la LOMCE en la lucha por una Nueva Educación!

educacionpublica cjc general
La publicación del nuevo anteproyecto de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa ha hecho saltar las tensiones en todos los eslabones de la Comunidad Educativa. El horror ante este anteproyecto de Ley salpica por igual a estudiantes, profesores y familias trabajadores que visualizan esta ley como un “retroceso” en las conquistas de la clase obrera en este ámbito. De manera espontanea se genera un unísono recelo de rechazo a esta ley así como a las diferentes medidas antiobreras y antipopulares que los diferentes gobiernos al servicio del capital llevan aplicando en la búsqueda de frenar la caída de su tasa de ganancia.

Sin embargo, ¿qué necesidad tiene la oligarquía para reestructurar el sistema educativa mediante leyes como esta?, ¿por qué el ejecutivo se envalentona en lanzar una medida tan agresiva al conjunta de la clase obrera y el pueblo ante la posible oleada de protestas que puedan surgir de la misma aplicación?, ¿qué cambios significan esta ley en el sistema educativo y por qué se profundiza en esa dirección? . Y, lo más importante de todo, ¿qué camino debe seguir la lucha obrera y popular para obtener victorias y que estas sean permanentes en el tiempo?, ¿dónde se encuentra la “fórmula mágica” del éxito de estas luchas?



La oligarquía necesita y puede reestructurar su sistema educativo

Los cambios acontecidos en la estructura productiva de la Unión Europea en general y España en particular durante los últimos años requieren de una transformación del sistema educativo que permita adaptar la formación de los trabajadores del mañana a las nuevas condiciones de organización técnica y social que el capitalismo requiere en este nuevo periodo. Muchas cosas han cambiado respecto al pasado aunque el esqueleto de la explotación capitalista siga siendo el mismo. El desarrollo de las fuerzas productivas a finales de los años 90 y principios del Siglo XXI junto con el retroceso paulatino de las luchas obreras y populares -como consecuencia de la contrarrevolución en el campo socialista y la degeneración de los partidos oportunistas- ha permitido que se den una combinación de elementos objetivos (necesarios para el capital) y subjetivos (que alteran la correlación de fuerzas entre la clase explotadora y la clase explotada) que se han traducido en que la oligarquía puede y necesita llevar acabo estas medidas.

Así pues el antiguo modelo de extensión de la enseñanza superior (particularmente la universitaria) a más capas de la sociedad, consecuencia directa -entre otras causas- de las luchas encadenadas y victoriosas de la clase obrera durante el siglo anterior, empieza a convertirse en un lastre para la oligarquía, que ve en el mismo una condensación demasiado elevada de formación y “prestigio” vinculada al título universitario para sus necesidades productivas más inmediatas, así como un elevado coste de dinero público de su Estado. Este hecho genera una cualificación formalmente superior a las capacidades del sistema productivo para absorber fuerza de trabajo y se traduce en un malestar social al impregnar la sensación social de estar trabajando por “debajo de la cualificación obtenida” tanto en la rama profesional como en su correspondiente remuneración.

Esta reestructuración lleva siguiendo una dirección bastante nítida de las políticas de la oligarquía desde hace muchos años. Las directrices europeas han sido la muestra más claras de esta dirección por parte de la oligarquía y la muestra más evidente se ha plasmado en las diferentes reformas educativas a lo largo de los últimos años (LOE, LOGSE, LOU....). Esta ley no representa un “punto de inflexión” que marque un nuevo rumbo, sino una profundización que, sin embargo, se desarrolla a un ritmo más acelerado debido a la profunda crisis estructural del capitalismo.

Esta ley no es un “retorno al franquismo” ni la evidencia de un “nuevo rumbo” “neoliberal” que haya transformado sustancialmente el modo de producción. Es una muestra más de la aplicación del plan estratégico en materia de educación de la oligarquía ante sus necesidades productivas, en este caso de manera más agudizada debido a la necesidad imperiosa de frenar la caída de la ganancia durante la crisis mediante la explotación de la educación como un nuevo mercado. Es también una muestra evidente de las prisas de la oligarquía de aplicar su plan no sólo por la necesidad que tienen del mismo, sino por la posibilidad de hacerlo ante un movimiento obrero y popular debilitado en lo organizativo y lo ideológico, aun incapaz de articular respuestas contundentes ante las diferentes agresiones al conjunto de la clase obrera y las capas populares.


Segregar a los jóvenes estudiantes es preparar el terreno para abaratar la fuerza de trabajo

La LOMCE profundiza en la segregación mediante diferentes medidas tales como la creación de una Formación Profesional Básica que podrá cursarse como alternativa a la ESO (y que se incluye como una modalidad acogida a la enseñanza obligatoria), la existencia de diferentes reválidas -algunas necesarias para pasar de curso-, la existencia de “dos tipos de enseñanzas secundarias” una definida como académica y otra como de “enseñanzas aplicadas” (ambas con sus respectivas pruebas y sus títulos diferenciados en función de la prueba superada a finales de la ESO). A todo esto hay que sumar otras medidas como la existencia de un “Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento” que se crea con el pretexto de desarrollar un nivel de apoyo de los estudiantes más atrasados pero que devuelve en el cuarto de la ESO al alumno al nivel original para enfrentarse ya no sólo al curso, sino a la reválida final.

Así pues, con las diferentes reválidas se dificulta el acceso del estudiante a niveles de formación superior, bien mediante la necesidad de obtener estas pruebas para optar por una u otra vía (dos tipos de pruebas para los dos tipos de enseñanzas en la ESO) así como por la constante orientación que estas pruebas marcan para desarrollar la actividad académica. La alternativa a la ESO mediante la FP básica busca condensar a un grueso del alumnado con dificultades enviándolos a una formación especializada, a su inmersión en el mercado laboral y, a lo sumo, a su preparación para continuar por la vía de la Formación Profesional.

Por otro lado el “Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento”, lejos de intentar igualar el nivel del estudiantado al alza lo hace a la baja, creando un nuevo subnivel educativo en el que se rebaja el contenido y se masifica a los alumnos con mayores dificultades con el objetivo de lanzarlos en Cuarto de la ESO a un reto que muchas veces los expulsará hacia la FP básica o les hará rehuir si superan las pruebas de continuar con el Bachillerato.

Todas estas medidas se combinan con los recortes en educación para entender que los programas de especialización de la enseñanza responden a un intento de compensar a la baja la cualificación y no de equiparar niveles al alza. Es un absurdo plantear una vía para la compensación de aptitudes y niveles formativos con aulas masificadas, despidos de profesores y material escolar en mal estado. La respuesta ante las dificultades para asimilar conocimientos y la búsqueda de la especialización en tal o cual materia sólo puede responder en beneficio de la clase trabajadora combinando el conocimiento general básico y profundo de la mayoría de materias con la atención especializada por alumno. Estas dos garantías no puede ofrecerlas el proyecto educativo de la Oligarquía que pone todo el sistema de enseñanza al servicio de la búsqueda de la ganancia y no del desarrollo integral de cada persona en base a sus aptitudes, potencialidades y lo que pueda aportar al conjunto de la sociedad.
Por otro lado se crean centros de diferentes niveles debido al desarrollo de programas educativos diferenciados aunque inmersos en esta lógica general. En este proceso los diferentes centros educativos compiten entre sí para obtener diferentes subvenciones y ayudas a programas educativos “innovadores”, estableciendo diferentes criterios como los éxitos académicos.  Esto sigue la línea de convertir a los centros que absorban a las hijas e hijos de la clase obrera en grandes barriadas para preparar a los futuros parados y trabajadores infracualificados -el gran ejército industrial de reserva, en palabras de Marx- con el que rebajar los salarios de toda una generación. Por otro lado, la segregación prima aquellos centros de estudio en los que la extracción sea de clase burguesa, pequeño-burguesa o de determinadas capas privilegiadas o mejor remuneradas de la clase obrera para desarrollar una atención más especializada.

Este proceso no puede desconectarse de la existencia de los centros concertados y los privados, los cuales ocupan un papel cada vez más preponderante en absorber el mercado de una educación que prepare para una mejor cualificación ante la evidente degradación de los centros educativos públicos. Así pues, este proceso comienza con los propios centros públicos alcanzando su culmen en lo relacionado con los centros de titularidad privada o bajo el estatus de “concertados”.

La segregación de la educación responde a los intereses de orientar diferentes niveles educativos y arrastrar a mayores capas de la clase obrera a niveles de cualificación inferior blindando las enseñanzas superiores (particularmente la universitaria) para las hijas e hijos de las clases burguesa, pequeño burguesa y algunas capas privilegiadas o afortunadas de la clase obrera. La segregación es pues el reverso de la elitización de la educación superior, la manera de alejar mediante las formas y procedimientos a las hijas e hijos de la clase obrera de las enseñanzas superiores con el objetivo de arrastrarlos hacia otro tipo de formaciones que les orienten y preparen directamente para vender su fuerza de trabajo en una estructura productiva muy determinada y a un precio cada vez más bajo.


La “mano dura” del Estado burgués

No podemos dejar de observar cómo en esta reforma educativa se profundiza en el control por parte del Estado de diferentes resortes del desarrollo de la vida de los centros de estudio. Las manifestaciones más sonoras de este proceso son la elección del director por parte de la propia administración y la consecuente libertad del mismo para poder incidir sobre la política de contratación en determinadas áreas así como el control directo por parte de la administración central de los contenidos educativos de las diferentes pruebas de “reválidas” que sirven para orientar o validar el desarrollo de una u otra opción educativa por parte del estudiantado.

Esta proceso que centraliza de manera más firme y rígida los contenidos y los procedimientos de elección de la dirección de los centros tienen el objetivo de someter cada episodio de la vida educativa a estos niveles a un estricto control por parte de la “junta de intereses comunes de toda la burguesía” que es el Estado. Esta firmeza responde a un interés de que estas transformaciones no se queden muchas veces en un simple “cambio formal” sino en un proceso de transformación real que pueda ser supervisado y dirigido por la propia administración. Esta centralización es una dura medida coactiva de manera preventiva sobre profesores, estudiantes y el resto de la comunidad educativa, un aviso que subyace que habrá una férrea vigilancia de que estas medidas se ponen en práctica para hacer efectiva esta transformación. Además no sólo por la vigilancia estrecha por parte de la dirección de los centros sino, además, por los controles de las pruebas de contenidos que obligan al profesorado a ceñir estrictamente el contenido de las materias a la resolución exitosa de las mismas.
Estas medidas generan un gran recelo y resignación por parte de la comunidad educativa, sin embargo no debemos caer en el error de luchar “a la defensiva”. Ante el golpe sobre la mesa del Estado central y el recorte de las formalidades democráticas en los centros no debemos agarrarnos a la nostalgia de los anteriores procedimientos que, aunque dejaban mayores espacios de participación, no dejaban de ser revestimientos de una educación al servicio del capital. Nuestra respuesta no puede ser la restitución del modelo de “participación anterior” sino la exigencia de un nuevo modelo de participación de la comunidad educativa que parta realmente desde la base, representando a todos los sectores y expulsando a empresas y bancos de cualquier interferencia a la hora de marcar las prioridades de los contenidos y políticas educativas.
Con las pruebas académicas ocurre algo parecido, no podemos simplemente pedir “autonomía para los centros” y contentarnos con esa libertad mayor o menor que se desarrollaba por la anterior falta de vigilancia de la administración central, debemos exigir autonomía de trabajadores y estudiantes para regir su propia política educativa pero la firmeza para que la voluntad de la clase obrera y los sectores populares se haga efectiva de manera firme y en todos los centros educativos.

La denuncia de estas supresiones de la autonomía y participación de la comunidad educativa debe venir acompañada de una propuesta política de superación de esta tendencia, de esta estrategia educativa al servicio de la oligarquía que se encuentra, como hemos analizado, intrínsecamente enraizada en el propio capitalismo. Necesitamos un programa por la educación socialista, una alternativa que nos permita transformar la resistencia contra la LOMCE y las sucesivas reformas que vengan en una lucha por una educación al servicio de la clase obrera y el pueblo.


La espiral derrotista de la lucha defensiva y la alternativa programática de la educación socialista

El movimiento estudiantil y la comunidad educativa sigue aun ensimismado en la espontaneidad. Su muestra más clara es la respuesta negativa ante todas las medidas pero la incapacidad de plantear una alternativa superadora que no caiga en mantener el modelo anterior o en rebajar el contenido del problema. El movimiento obrero y popular actúa aun de manera defensiva intentando conservar lo que, mediante una dinámica ofensiva, conquistaron años atrás las luchas encadenadas de la clase obrera y los sectores populares en nuestro país. Estudiantes, profesores, trabajadores no docentes y familias saben que esta ley -así como las diferentes medidas- son negativas para sus intereses y para la mayoría pero no saben realmente qué proponer. Las luchas obreras y populares guiadas por esta tendencia podrán obtener tal vez victorias parciales, sin embargo sin una dirección ofensiva clara no serán capaz de transformar jamás esa lucha en una conquista de derechos sino, a lo sumo, en un retraso en la supresión de los mismos.
Las luchas defensivas generan una espiral derrotista en la que se intenta, generalmente en nombre del “realismo”, asegurar lo que uno cree que puede salvar de las agresiones por parte de un enemigo que es más fuerte y está mejor organizado. Las luchas defensivas si no aspiran a transformar la defensa en un contraataque acaban convirtiéndose en un juego de concesiones a la baja dónde el movimiento obrero y popular termina cediendo paulatinamente en beneficio de un “mal menor” y desgastando fuerzas y capacidades debilitando la moral de trabajadores y estudiantes que ven que tienen que retirar posiciones cada vez que enfrentan una batalla.

Desde los Colectivos de Jóvenes Comunistas afirmamos que el movimiento estudiantil y de la comunidad educativa necesita dotarse de un programa estratégico que responde a la pregunta sobre qué tipo de educación se quiere. Este programa tiene que reflejar los intereses objetivos de la clase obrera haciendo para sí la educación, poniéndola a su servicio, al servicio del desarrollo integral de cada uno de los miembros de la sociedad, al servicio de la mayoría y el progreso social. Es necesario que el movimiento asuma propuestas programáticas de una educación socialista para que, en la lucha por ellas, pueda transformar las luchas contra tal o cual medida en el avance hacia el objetivo programático establecido. En un periodo histórico dónde entre el Capitalismo y el Socialismo no hay fases intermedias entendemos que no puede haberlo entre la educación al servicio de la oligarquía y la educación al servicio de la clase obrera y el pueblo. Nuestros objetivos solo pueden orientarse en conquistar la educación para la clase de los explotados, no en gestionarla de manera más “humana” en beneficio de los explotadores.
En la actual circunstancia nuestra apuesta clara: Ante los recortes y reformas de la Oligarquía sólo hay una respuesta: ¡Luchemos por una nueva educación al servicio de la clase obrera y el pueblo!, ¡luchemos por una educación socialista!


En cada centro de estudios: ¡Frente Obrero y Popular por el Socialismo!

Nuestra apuesta programática va de mano de una apuesta para la lucha. La lucha por frenar las medidas de la oligarquía y avanzar hacia una nueva educación no pueden venir de mano del consenso o el pacto social. Sólo la organización desde la base de trabajadores y estudiantes puede crear las estructuras que nos permitan canalizar una movilización sostenida en el tiempo por la conquista del poder obrero y popular. Sólo el desarrollo del Frente Obrero y Popular por el Socialismo en los centros de estudio nos permitirá orientar estas luchas en la dirección ofensiva que permita rehuir al derrotismo.
Así nuestra apuesta organizativa pasa en constituir desde las bases los fundamentos de un sindicato estudiantil de tipo estatal que nos permita cohesionar el movimiento estudiantil en todo el Estado y relacionarlo de manera unitaria con el movimiento obrero para el que proponemos su organización desde la base alrededor de los “Comités para la Unidad Obrera” (CUO) de la que forme parte todos los sectores de la clase obrera, estén en uno u otro sindicato, se encuentren o no sindicados. Solamente la organización constituida desde la base permitirá ligar a trabajadores y estudiantes a las luchas por la conquista de sus intereses objetivos como clase. Solamente desde cada centro de estudio podremos crear la fuerza suficiente para organizar la resistencia y transformar la fuerza que nutre de la espontaneidad del rechazo a su clase en organización consciente que arrastre al conjunto de los trabajadores y el estudiantado a la gran lucha por la toma del poder político y la construcción del socialismo-comunismo.

Nuestra apuesta es clara. En todo centro de estudio: ¡Frente Obrero y Popular por el Socialismo!